Una persona que quiere comprarse una moto, entra en una tienda y dice:
"Quiero comprar una buena moto, eso sí, no puedo gastarme más de 1.000 €".
El dependiente asegura:
"Pues eso va a ser difícil, pero veremos si se puede conseguir algo por ese precio".
El vendedor mira por la tienda y, finalmente le enseña una moto que es el no va más. Motor de 2.000 c.c., chasis multitubular, frenos de disco de pistón múltiple . . . En resumen, una pasada.
El comprador pregunta:
"¿Pero esta moto tiene que ser carisima?".
Y el vendedor responde:
"Que va. Sólo 875 €".
El comprador interpela:
"Pero no puede ser que sea tan barata".
El vendedor contesta:
"Mire, esta moto está hecha para el desierto dónde no llueve. Pero si la cae una gota de agua, la moto lo sufrirá mucho".
Entonces el comprador manifiesta:
"Entonces no me interesa".
El vendedor, viendo que la venta corre peligro replica:
"No, hombre no. Mire, si usted ve que se va a poner a llover, pues le da una buena capa de vaselina para aislarla de la humedad, y ya está. Además, le regalo con la moto un frasco de vaselina".
Y el comprador, convencido, asevera:
"Bueno, siendo así, ¡Vale, me la llevo!"
La persona coge la moto y se va a probarla a la carretera. Embelesado conduciendo la moto que se acaba de comprar, no se percata de la mancha de aceite que hay en la siguiente curva que va a trazar. La moto patina con la mancha de aceite y el motero sale despedido.
Un paisano que hay por los alrededores, se percata del accidente y se acerca a ofrecer su ayuda.
"Vaya 'leshe' que se ha dado. ¿Esta usted bien?"
"¡Sí! Yo estoy bien. ¿Y la 'burra? ¿Está bien?"
El lugareño responde:
"Sí, la moto está bien. ¿Pero usted? Mire, que la 'leshe' ha sido de campeonato. Mire, venga a comer a mi casa y si al terminar de comer se encuentra en condiciones de conducir con seguridad la moto, pues se va y aquí paz y después gloria".
Dicho y hecho, ambos se dirigen a la casa del aldeano. Una vez en esta y estando sentados a la mesa, el anfitrión dice:
"Verá, en esta casa tenemos una costumbre, durante la comida no se habla, y si alguien habla, entonces es el que lava los platos".
El de la moto piensa:
“Bueno, ya que este aldeano está siendo tan amable, yo, durante la comida, hago que se me escapa alguna palabra, y le lavo los platos”.
Entonces se asoma a la cocina y ve que allí todo estaba lleno de platos sucios, y piensa: “¡ Jolín ! Yo no digo esta boca es mia”. Comienza la comida. A la mesa estaban el lugareño, su esposa, su hija y el hombre de la moto.
En la estancia reinaba un silencio sepulcral, no se oía ni el ruido de una mosca.
El motero, que no tenía ninguna gana de lavar los millones de platos que había en la cocina, empieza a tocarle las tetas a la hija del lugareño, para ver si ésta dice algo, y así asegurarse de que él no lavaría. Pero la chica no dice nada de nada. Le miraba y le sonreia, pero no decía nada.
Entonces el de la moto, que de tanto 'sobeteo' se había puesto a cien, se levanta de la mesa y mantiene relaciones sexuales con la hija, allí, sobre la mesa, delante de todos. Los comensales no sueltan prenda, nadie dice nada, siguen comiendo tan tranquilos.
El motero, que ve que puede aprovechar la situación para ponerse morado, mira a la mujer del lugareño, que era una cuarentona de buen ver, y también hace el amor con ella. Nadie dice nada. Todos callados, comiendo, sin decir ni mú.
Mientras todo esto sucedía, el cielo se fue poniendo cada vez más oscuro. El de la moto, después de haber mantenido relaciones sexuales con la madre y la hija, ve que va a llover, se levanta de la mesa, y con el bote de vaselina en la mano, dice:
"¡Vale! Friego yo".