Es una noche tenebrosa y oscura en el lado malo de la ciudad. Una jovencita cierra su automóvil sin darse cuenta que dentro quedan su teléfono móvil y llaves del vehículo.
Asustada por la situación, inclina la cabeza y le pide a Dios que por favor le envíe ayuda.
A los pocos minutos, un motero de apariencia malhumorada y grotesca detiene su rugiente burra. La mujer creé que está a punto de ser brutalmente asesinada y murmura en voz baja:
"Gracias Dios, pero realmente no quería morir de esta manera".
El tatuado motero salta de su burra ('amoto') y se acerca a ella, preguntándole si podía ayudarla. Ella dice con un tartamudeo nervioso:
"Sí, me he dejado las llaves dentro del automóvil."
El motero, coge una vieja percha oxidada, la dobla y la introduce por la ventanilla hacia la cerradura de la puerta. En unos segundos abre la puerta del automóvil.
La chica entonces abraza al motorista de aspecto desagradable y, entre lágrimas, dice:
"¡Muchas gracias! Es usted una persona muy amable".
El motero responde:
"Señora, no soy un buen hombre. Hace una hora que acabo de salir de la cárcel. Estuve en la cárcel por robo de automóviles".
La mujer lo abraza de nuevo y, con lágrimas en llanto, gritó en voz alta:
"¡Oh, gracias Dios. Incluso me enviaste un profesional!"